miércoles, febrero 2

Mi primera pena.

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE ADÁN

Miércoles

Me he construido un refugio para guarecerme de la lluvia, pero no he podido disfrutarlo en paz. La nueva criatura lo invadió. Cuando traté de echarla empezó a derramar agua por los agujeros con que mira y a secársela con el revés de sus zarpas, con ese ruido que hacen los animales cuando están doloridos. ¡Ojalá no hablara! Siempre está hablando. En ella suena como un vulgar murmullo, un parloteo. No, no es verdad. Jamás he escuchado una voz humana, y cualquier sonido nuevo y extraño que surge en la solemne quietud de estas ensoñadas soledades ofende mi oído y me suena a nota falsa. Y este nuevo sonido tan cerca de mí; justo encima de mi hombro, en mi oreja, primero a un lado, y después al otro, cuando hasta ahora sólo había escuchado sonidos más o menos distantes.

DIARIO DE EVA

Jueves

Mi primera pena. Ayer me evitó y parecía desear que no le hablara. No podía creerlo, y pensé que debía haber algún error, porque a mí me gusta mucho estar con él y me encanta oírle hablar. ¿Cómo ha podido ser tan desabrido conmigo, si no le había hecho nada? Pero al fin me convencí de que así era, y me alejé y me senté sola en el lugar donde le había visto la mañana en que fuimos hechos y aún no sabía qué era y me era indiferente. Pero ahora era un lugar lúgubre y todas las cosas me hablaban de él, y tenía el corazón deshecho. No sé muy bien por qué, pues era un sentimiento nuevo. Jamás lo había experimentado, todo me parecía un misterio, y no supe desentrañarlo.

Pero cuando llegó la noche no puede soportar tanta soledad y me acerqué al nuevo refugio que se ha construido para preguntarle qué mal había hecho, y cómo podía repararlo y recuperar su favor. Pero él me arrojó de nuevo a la lluvia, y ésa fue mi primera pena.
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(Mark Twain)

martes, febrero 1

He estado observando...

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE ADÁN

Martes

He estado observando la gran catarata. Es el lugar más llamativo del Estado, creo. La nueva criatura la llama las Cataratas del Niágara, ella sabrá por qué. Dice que se parece a las Cataratas del Niágara. No es una razón, no es más que un capricho y una majadería. Jamás llego a tiempo de ponerle nombre a nada. La nueva criatura se lo pone a todo lo que se le cruza en el camino, antes de que pueda protestar siquiera. Y siempre con el mismo pretexto: parece esto o aquello. Por ejemplo, el dodo. Dice que basta con mirarlo para saber al instante que "se parece a un dodo". Está claro que tendrá que quedarse con ese nombre. Me fastidia molestarme por esto, y de todos modos no me sirve de nada. ¡Dodo! Se parece a un dodo lo que yo.

DIARIO DE EVA

Miércoles

La verdad es que nos llevamos muy bien y cada vez nos conocemos mejor. Ya no me rehuye, lo que es un buen síntoma, y da pruebas de que le gusta tenerme cerca. Eso me agrada, y he decidido que le ayudaré en todo lo que pueda para ganarme su estima. En los últimos días le he relevado del trabajo de nombrar a las cosas, lo que ha supuesto un gran alivio para él, pues no tiene ningún talento en este sentido; es evidente que está agradecido. Nunca es capaz de pensar en un nombre razonable aunque sólo sea para salvar las apariencias, pero yo no lo hago ver que he reparado en su defecto. En cuanto se nos acerca una nueva criatura, la nombro antes de darle tiempo a exponerse a un embarazoso silencio. Yo no tengo ese defecto. En cuanto avisto un animal sé lo que es, no necesito reflexionar ni un momento. El nombre certero surge al instante, como respondiendo a una inspiración. Y sin duda lo es, pues estoy segura de que el nombre no estaba en mí medio minuto antes. Parece que sé de qué animal se trata sólo por la forma y el comportamiento de la criatura.

Cuando apareció el dodo creyó que era un gato montés, lo vi en sus ojos. Pero no le di tiempo a equivocarse. Y tuve buen cuidado de no hacerlo de un modo que pudiera herir su orgullo. Sencillamente dije, con naturalidad, gratamente sorprendida, y no como si revelase una información que sólo yo conocía: "Bien, ¡o mucho me equivoco, o aquí tenemos al dodo!" Le expliqué -sin dar la sensación de estar explicando nada- cómo había sabido que era un dodo y, aunque me pareció ver que se había picado un poco por no haberlo reconocido y yo sí, era evidente que aquello suscitó su admiración. Fue muy agradable, y antes de dormirme lo recordé más de una vez con placer. ¡Qué dicha extraemos de una pequeñez cuando sentimos que nos lo hemos merecido!.

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(Mark Twain)