lunes, enero 31

La nueva criatura...

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE ADÁN

Lunes

La nueva criatura de pelo largo me sale al paso a cada momento. No deja de rondarme y de perseguirme. No me gusta, no estoy acostumbrado a tener compañía. Preferiría que se quedara con el resto de los animales... Día nubloso, con viento en el oeste. Creo que tendremos lluvia... ¿Tendremos? ¿De dónde he sacado esa palabra? Ahora lo recuerdo: la usa la nueva criatura.

DIARIO DE EVA

Sábado

Ya tengo casi un día de edad. Llegué ayer. O al menos eso creo. Y debe ser así, pues si hubiera un día antes de ayer, yo no estaba allí cuando ocurrió, o lo recordaría. Podría ser, desde luego, que sucediera, y que no estuviera prestando atención. Bien, desde ahora estaré atenta y si ocurre algún día antes de ayer, tomaré nota. Lo mejor será empezar bien y no mezclar las cosas, pues la intuición me dice que algún día estos detalles serán de capital importancia para los historiadores. Pues me siento como un experimento. No creo que nadie pueda sentirse más experimento que yo, y por eso estoy casi persuadida de que eso es lo que soy: un experimento, sólo un experimento y nada más. Pero, si soy un experimento, ¿soy todo el experimento? No, creo que no. Creo que los demás también forman parte de él. Soy la parte fundamental, pero creo que los otros también tienen un papel en el asunto. ¿Es segura mi posición, o debo estar atenta y cuidar de ella? Quizá lo último. Mi intuición me dice que la eterna vigilancia es el precio de la supremacía. (Una buena frase, me parece, para alguien tan joven).

Hoy todo parece mejor que ayer. Y es que ayer, con las prisas por terminar, las montañas se amontonaron, desiguales, y algunas de las llanuras quedaron tan desordendas y llenas de restos y basura, que daba pena verlas. Las obras de arte nobles y hermosas no deberían estar sujetas a la prisa; y este espléndido nuevo mundo es de hecho la obra más noble y hermosa que concebirse pueda. Y sin duda está muy cerca de ser perfecta, a pesar de la brevedad del tiempo transcurrido. Hay demasiadas estrellas en algunos lugares y pocas en otros, pero podrá enmendarse, no me cabe duda. Anoche la luna se soltó y cayó del marcoo: una grave pérdida, sólo pensarlo me rompe el corazón. De todos los decorados y adornos, no hay nada que pueda comparársele en belleza y terminación. Habría que haberla ajustado mejor. Si pudiéramos recuperarla...

Pero, desde luego, no hay modo de saber dónde está. Y, además, quién la encuentre la esconderá. Lo sé porque yo misma lo haría. Creo que en todo lo demás soy honrada, pero empiezo a comprender que la esencia y el núcleo de mi naturaleza es el amor por lo bello, una auténtica pasión por lo bello, y que no sría prudente fiarse de mí en el caso de toparme con la luna de otra persona si ésta no supiera que la tengo. Podría devolver una luna que encontrase de día, porque temería que alguien me hubiese visto. Pero si la encontrase en la oscuridad, estoy segura de que daría con alguna excusa para no decir nada. Porque adoro las lunas, son tan hermosas, y tan románticas. Me gustaría que tuviéramos cinco o seis. No me iría nunca a la cama y no me cansaría de mirarlas tumbada en el banco de musgo.

También las estrellas están bien. Me gustaría atrapar algunas para adornar mi cabello. Pero supongo que no lo lograré. Te sorprendería saber lo lejos que están, porque no lo parece. Anoche, cuando aprecieron por primera vez, traté de bajar algunas con un palo, pero no alcanzaba, lo que me extrañó. Entonces probé a tirarles puñados de tierra hasta cansarme, pero no conseguí ninguna. Fue porque soy zurda y no soy buena tirando. Incluso cuando apuntaba a la que no quería, no era capaz de darle a la otra, aunque alguna vez las rocé, pues ví la masa negra del terrón dirigirse al centro de varios ramilletes cuarenta o cincuenta veces y errarles por poco. Si hubiera aguantado un poco más, tal vez habría atrapado alguna.

Así que lloré un ratito, lo que es natural, supongo, en alguien de mi edad, y cuando me repuse cogí una cesta y me dirigí hacia uno de los extremos del círculo, donde las estrellas están más cerca del suelo y podía cogerlas con las manos, lo que desde luego era preferible, porque entonces podría cogerlas con cuidado, sin romperlas. Pero estaban más lejos de lo que pensaba y finalmente claudiqué. Estaba tan cansada que no era capaz de dar un solo paso. Además, tenía los pies magullados y me dolían muchísimo.

No pude regresar a casa, estaba demasiado lejos y empezaba a refrescar. Pero encontré a unos tigres y me cobijé con ellos. Estuve comodísima, y su aliento era delicioso, dulcísimo, porque se alimentan de fresas. Era la primera vez que veía a un tigre, pero los reconocí al intanste por las rayas. ¡Ojalá pudiera hacerme con una de esas pieles! Me haría un traje precioso.

Hoy consigo hacerme una idea más cabal de las distancias. Estaba tan ansiosa por apoderarme de todas las cosas bonitas que veía, que me atolondraba al ir a cogerlas, y a veces estaban demasiado lejos, y otras, aun cuando no fuera más que seis pulgadas, creía que estaban a un pie, y encima ¡con espinas por medio! He aprendido una lección, y tambíén formulé un axioma sólo para mí, el primero: El Experimento arañado rehuye las espinas. Creo que es muy bueno para ser de alguien tan joven.

Ayer por la tarde seguí de lejos al otro Experimento por ver para qué servía, si es que lograba descubrirlo. Pero no fui capaz de averiguarlo. Creo que es un hombre. Nunca había visto a un hombre, pero lo parecía, y estoy segura de que eso es lo que es. Constato que me provoca más curiosidad que ningún otro reptil. Si se trata de un reptil, que creo que lo es, pues tiene el pelo desaliñado y los ojos azules, y todo el aspecto de un reptil. No tiene caderas, hacia abajo se afina como una zanahoria, y cuanso se yergue se despliega como un abanico. Así que pienso que es un reptil, aunque quizá me confunda su aspecto.

Al principio le tenía miedo y echaba a correr cada vez que volvía, pensando que se lanzaría en pos de mí. Pero después me di cuenta de que lo único que quería era alejarse; a partir de entonces perdía la timidez y lo seguí por todas partes durante horas, a unas veinte yardas, lo que le ponía nervioso y parecía desagradarle. Al final estaba bastante preocupado y se subió a un árbol. Esperé un buen rato, luego abandoné y me fui a casa.

Hoy ocurrió lo mismo. De nuevo le hice subirse al árbol.

Domingo

Aún sigue allí. Descansando, al parecer. Pero no es más que un subterfugio: el domingo no es día de descanso, para eso se ha designado el sábado. Me parece que la criatura está más interesada en descansar que en ninguna otra cosa. A mí, me cansaría descansar tanto. Ya me cansa permanecer sentada observando el árbol. Me pregunto para qué sirve: nunca le veo hacer nada.

Anoche devolvieron la luna, ¡me puse tan contenta! Creo que es muy honesto por su parte. Luego volvió a resbalarse y a caer, pero ya no me inquieto: no hay necesidad de preocuparse con vecinos así, estoy segura de que la devolverán. Ojalá pudiera hacer algo para demostrarles mi aprecio. Me gustaría enviarles algunas estrellas, pues tenemos más de las que necesitamos. Quiero decir yo, no nosotros, pues veo que el reptil no se preocupa por esas cosas.

Tiene un gusto rastrero y no es amable. Al acercarme ayer, de anochecida, se había bajado del árbol y estaba tratando de atrapar a los pececitos veteados que juegan en el estanque, y tuve que tirarle tierra para hacerle subir de nuevo al árbol y que los dejara tranquilos. ¡Me pregunto si sirve para eso! ¿Es que no tiene corazón? ¿No siente ninguna compasión por esas pobres criaturas? ¿Acaso ha sido concebido y diseñado para tan innoble trabajo? Por su aspecto se diría que sí. Uno de los terrones que le tiré le dio detrás de la oreja y entonces usó el lenguaje. Sentí un escalofrío, pues era la primera vez que oía hablar, salvo cuando yo lo hacía. No entendí las palabras, pero parecían expresivas.
Cuando descubrí que podía hablar sentí un renovado interés por él, pues me encanta hablar, hablo todo el día, incluso en sueños, y soy muy interesante, pero si tuviera a otro a quien hablar sería doblemente interesante y jamás pararía, si así lo desease.

Si ese reptil es un hombre, no es una cosa. No sería gramaticalmente correcto llamarle cosa, ¿no? Creo que entonces habría que decir él. Eso es lo que creo. En tal caso se declinaría de este modo: nominativo él, dativo, a él, genitivo, de él. Bien, lo consideraré un hombre y lo llamaré él hasta que resulte ser otra cosa. Será más práctico que seguir con tantas incógnitas.

Al domingo siguiente

He estado siguiéndole toda la semana para darme a conocer. Tuve que llevar todo el peso de la conversación, porque estaba cohibido, pero no me importó. Parecía contento de tenerme cerca y empleé mucho el "nosotros", tan sociable, pues parecía halagarle que lo incluyera.
...

(Mark Twain).